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La voz es un triunfo
Que
no sean sólo silencio las palomas
–oh
sílaba, palabra, pensamiento–
cuando
el corazón lleva un cereal entre los dientes.
Ahora,
en este momento de propiedad sobrecogida,
existe
una conspiración de caracolas o de altares
pisoteando
el miedo con limpias herraduras.
Todo
es de fruta alrededor de este sonido:
el
aire, como un vaivén de mieles o cosechas;
el
ángel vegetal que se arrulla entre las manos;
ese
pequeño sustantivo que te llena de vientres,
como
huertas entregadas a tus pies de semilla.
Esa
región sonora de la sangre,
vagabundeo
cálido que avanza por las venas,
aire
arriba a respirar te llama.
El
silencio es solamente una mentira.
Es
miedo, lo único que escusa en las piedras
sus
oscuros dormitorios;
o
que el silbido del tren es un mudo lamento.
Es
miedo escudarse en las resistencias del secreto
o de
ausencias que amparan un pálido suspiro,
o
que la voz son ojos tristes
brotando
de filo en la garganta
cuando
las lágrimas no quieren sernos fieles.
El
silencio no es más que otra palabra.
Un
litoral sonoro respira en los espejos
bajo
el límite falso de la imagen.
En
la sombra existe una palabra oscura.
El
beso es una forma de decirse. La
tierra
una
sílaba cerrada. El aire un idioma.
El
mar es un sonido que habla de esperanza.
La
música y los niños
crecen,
como el eco, hasta el corazón del Universo…
La voz,
está por todas partes.