lunes, 17 de septiembre de 2018

Creo en el aire, del libro "Cicatriz de vuelo"



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Creo en el aire




Sobre alientos o besos;

sobre lágrimas de estrellas altísimas;

sobre colores que no existen sino más allá de los ojos;

la necesidad de una sílaba,

                                de unos dedos,

                                                 de la voz…

                                                          o el amor,

se ha ido lentamente elevando

como un idioma izado que pierde sus orillas.



Suavemente –corazón o pausa–

ese instante abandonado al músculo de pluma,

discurre entre las manos como un viento delgado,

donde el caracol asusta por sus prisas

y hasta una mariposa levanta una tormenta.



Aquí, en el aire, unos labios flotan

como formas desnudas respirando;

como ángeles de caña azucarada

que nunca conocieron el sabor de la sangre.



Mientras abajo

                      (¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?)

las huellas se derrumban para enterrar palomas.

Y un pez con uñas

                       (llegado no sé cómo)

ha puesto fin al mar

                                con sus largas heridas.

Autor, José Luis Rico







Confirmación ante el espejo, del libro "Cicatriz de vuelo"




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Confirmación ante el espejo

Por las heridas recobro la impaciencia

y cierro las trincheras estratégicas del suelo:

soy del aire, del niño por su extenso territorio;

de todo lo que despierta y empuja el horizonte.


Pero voy contra el espejo como un vuelo humillado.

Todo es distinto detrás de esta saliva

que juega a ser almíbar para un pastel de luna,

cuando no quedan azúcares más tibios que la plata,

ni hermanos más llorados que la envidia.


Porque en el suelo cumplo las edades todas juntas

y me siento apretado por una catedral de tiempos,

como una mosca prisionera entre los puños;

estoy dispuesto a esa furia de dobles dimensiones,

enemigas, enfrentadas; como un pórtico neutro

que no deje pasar sobre su propia línea,

más que un cálido vestigio de paloma

o jazmín de sábanas nupciales.

Autor, José Luis Rico



Sencillo destino, del libro "Cicatriz de vuelo"



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Sencillo destino




Dejo el otoño, las piedras, los gigantes.

¡Oh, simple migaja: yo te amo por los pobres!



Dejo las sílabas abiertas por el rayo.

¡Oh, polvo humilde: que ingratas son las cordilleras!



Cuando inclino la rodilla y abandono

los planetas felinos, la tierra de hocico carnicero,

aquí, fatigado como un pedazo de pan duro,

descubrirte es amanecer un poco,

oh tacto de miel, sobre este caracol salino.



A tu estatura de dios diminutivo,

me presento

como una espiga larga;

como raíz inmensa;

como altura imposible donde sólo llega un labio.

Autor, José Luis Rico









Para ser de nuevo, del libro "Cicatriz de vuelo"





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Para ser de nuevo



Ha muerto un cuajarón de mí, como el otoño:

entre dos hojas; de pronto.

No miento. Si pudierais comprender

que caricia de cuchillo sobre el pecho…

No miento.

Su filo era un milagro:

sobre el dolor, el labio al corazón abierto.


Ir, ir, ir. La herida era un abrazo.

La sangre era un pañuelo de adiós y bienvenida.

Mis pies sin forma

–sólo cristalinas fugas–

olvidaron los talones raspados por el miedo

de quedarse así, sin más, entre dos huellas.


Se fue la carne hoy, ahora, siempre;

mientras alguien olvida con torpeza,

que mi nombre

no fue nunca más cierto que unas sílabas

temerosas en un papel vacío.

Autor, José Luis Rico






El corazón y el aire, del libro "Cicatriz de Vuelo"



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El corazón y el aire

A la boca me viene todo el sabor del cobre

–amarga sortija alrededor de la lengua–

cuando intento, contra el sonido neutral de las estatuas,

abrir fuego en el pecho de la tierra firme.


No quiero engañarme con tus callejones ciegos

(la luz está en el vuelo, con sus altas cornisas);

con tu arcilla glacial, salpicada de rincones

desde donde robarnos poco a poco las fuerzas

o medirnos el brillo de los ojos

(Esa derrota pesaría como un ángel).


Dejadme extender mi corazón sin peso,

desobediente al sur original que nos reclama.

Entregarme a ese jardín gaseoso

donde mi sed, sin cáscaras, llamando a cualquier puerta,

encontrará brazos abiertos, como torrentes invasores,

en la prohibida dimensión del aire.

Tocar la tímida burbuja

que alzada sobre el rostro árido del tiempo,

deje caer su frondosa biografía,

como espada de luz que corte el mar en rebanadas

de pequeños misterios.


Sentirme deshecho en transparencias,

palpitantes como nácares en carne viva,

donde lleve el jazmín a lo más alto su genital impulso

de noche nupcial ahogada en caricias.

Gozar las estructuras del sueño, llenando los pulmones

con limpias intemperies o furiosa paz de menta;

desde donde despega el corazón, porque sabe

que la sangre se hizo para el ala.

Autor,  José Luis Rico






Cuando todo lo que cabe en un pecho, es una sombra, del libro "Cicatriz de vuelo"


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Cuando todo lo que cabe en un pecho,

es una sombra




Busco encontrar la forma de hacerme transparente;

cantar en el cristal de mis ojos internos:

tirabuzón de savia que asignas una lengua

a mi condición de árbol;

Túnel diáfano que pides mi cuerpo hasta la boca,

hasta la talla desnuda de la voz o invernadero

donde la esencia del lirio, se lanza en el aire

como gruesas batallas de gritos en alto.



 Quiero crecer contigo;

llegar contigo al horizonte

donde tengas un nido de labios constantes

a quienes dejar este pájaro de libres perfiles,

guijarro de luz o dedos rozando.



 Estoy pidiéndote

ese revuelo de improvisados sobresaltos,

cuando la vida, urgente,

acepta al corazón haciendo de las suyas;

o cuando amar significa acorazarse

a todo cuanto venga con uñas afiladas.



 Busco encontrar la forma de ser hombre.

Ser hombre o ser esa prodigiosa expansión de la sangre,

donde amar signifique algo más que estar despierto.

Encaramar un soplo limpio hasta la frente:

tibieza vertical que redime los tendones

de las estrellas muertas o peces sofocados,

cuando todo lo que cabe en un pecho,

es una sombra.

Autor, José Luis Rico








Despertaré para ti…, del libro "Cicatriz de vuelo"





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Despertaré para ti…





¿Qué recuerdo, qué nervio, qué voz parcial,

cuando en el fin me ofrezco, cuando me reconozco

y caigo saboreando el sufrimiento, desabrocha

tu presencia de niebla, como una mano experta?

  

Quiero todavía, compañera; quiero hoy

una oleada más

de tus quebrados labios que se alejan.

Me olvidaré de mí al límite de tus aristas,

extendiendo este rapaz submundo que acaricio,

si al caer mi beso total sobre tu piel de lluvia,

siento en su dolor un día más,

una hora, un segundo

contigo.



 Así, casi sin superficie, volcado y libre

sobre esa caracola de sangre tuya y mía,

confundo el mar silencioso que me explora

y esos ojos antiguos que me cierran,

con una voz dulcísima afirmando

que la muerte es un beso.



 Y será inútil que vosotras, una a una,

ondas de sombra;

vosotros cinturones, apretéis mi corazón de luz

hasta lo negro.

Porque yo despertaré para ti completo cada día.

Completo y frágil siempre.

Autor, José Luis Rico