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La luna no es descanso
la
luna no es descanso.
Es
esta luz de hielo que rompe margaritas;
que
cae contra las cejas como un fuerte desmayo,
como
un tacto de pez que deja el mar desnudo
en
su carne de plata.
Es
esta sílaba en medio de la boca
como
un pezón estéril que no podrá ser madre
nunca;
que
pide un túnel –no un labio–
y
esparce sus semillas con los ojos vendados
–callados
los ojos; mustios los ojos, el llanto necesario
se
clava contra el alma–.
Es
esta corta harina asfixiada entre los puños
(entre
los puños solos, sin párpados ni sangre),
donde
la voz resulta un círculo inconcreto
rodando
por los techos vacíos,
como
besos que palpan solo aire –no: humo,
sucias
angustias
ceñidas
como abrazos muertos–
Es
esta nieve plana de un copo negro y único
donde
perros clavan dientes y alcanzan
sólo
sombras
que
duelen como aullidos…
Pero
cabe una esperanza para ella: en el silencio,
cuando
se hace latido vertical y necesario
para
que una cabeza se recline en dulce lucha,
y un
nudo de labios, ceñidos gravemente,
simiente
por los muslos
derrumbando
la muralla de la muerte diaria.
Autor, José Luis Rico