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Mírame:
todo este mar de sangre temblándome
de centro a centro (¡mi pobre sílaba de
carne!),
como si de pronto el planeta
se me viniera al labio, a las manos.
Se rompe mi voz y me rompo todo entero.
Mírame:
no entierres sin lucha, bajo una lengua
fría,
mis ojos despoblados
–yo sigo esperando que el amor es posible–.
No dejes la trampa
del silencio en mis labios
–yo sigo creyendo que el amor es posible–.
Besaré contigo cualquier piedra de musgo.
Besaré los nudos de cualquier mar poblado,
aunque el Universo destile sus vértices
completos.
Yo haré por ti cualquier vuelo loco;
cualquier vuelo loco…
Mírame:
no dejes que caiga la luna
en mis manos vacías;
que no se nos queden los nombres
tan solos
–yo sigo diciendo que el amor es posible.
Sigo afirmando que el amor es posible;
que el amor es posible; que el amor
es posible–.
Autor, José Luis Rico
