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El corazón y el aire
–amarga
sortija alrededor de la lengua–
cuando
intento, contra el sonido neutral de las estatuas,
abrir
fuego en el pecho de la tierra firme.
(la
luz está en el vuelo, con sus altas cornisas);
con
tu arcilla glacial, salpicada de rincones
desde
donde robarnos poco a poco las fuerzas
o
medirnos el brillo de los ojos
(Esa
derrota pesaría como un ángel).
desobediente
al sur original que nos reclama.
Entregarme
a ese jardín gaseoso
donde
mi sed, sin cáscaras, llamando a cualquier puerta,
encontrará
brazos abiertos, como torrentes invasores,
en
la prohibida dimensión del aire.
Tocar
la tímida burbuja
que
alzada sobre el rostro árido del tiempo,
deje
caer su frondosa biografía,
como
espada de luz que corte el mar en rebanadas
de
pequeños misterios.
Sentirme deshecho en transparencias,
palpitantes
como nácares en carne viva,
donde
lleve el jazmín a lo más alto su genital impulso
de
noche nupcial ahogada en caricias.
Gozar
las estructuras del sueño, llenando los pulmones
con
limpias intemperies o furiosa paz de menta;
desde
donde despega el corazón, porque sabe
que
la sangre se hizo para el ala.
Autor, José Luis Rico