martes, 4 de septiembre de 2018

Hombre a tierra (minería íntima) del libro, "Cicariz de vuelo"



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Hombre a tierra
(minería íntima)
  
Baraja en las manos desnudos ecos de violetas
que esperan el alfabeto minero de tus uñas,
cuando dentro del oscuro vientre, golpees,
como en una membrana de corazón subterráneo,
sobre las venas donde todo tiene un sabor amarillo:
la fatigada risa del carbón decapitado;
el sudor agridulce del hierro perseguido;
el cobre en su herida de metal crepusculario.


Baja una sombra a la garganta con el pie fulminante.
Viene un rayo imprevisto por el cristal oscuro
buscando un aguijón donde afilar su sangre
o llenarse los ojos de negro terciopelo.
Buscando más cárcel
y más cárcel bajo los tragaluces:
agotamiento del párpado astillado en superficie.
Disfrutarás aquí, entre tus novias minerales,
toda la eternidad que te confiere un instante en la piedra.


Con tus dientes de límite cerrado quieres ganarte el nervio;
el nervio o gravedad de la piel que tiende a hundirse,
cuando la soledad está más sola por más acompañada
de unos labios que piden tu silencio.
Como un vértice duro con el centro de equilibrio
conscientemente inclinado cuesta abajo;
arrojándote a ti mismo
que eres, como la roca, coágulo de agudas contracciones;
entras con las yemas disparadas en esta ciega caracola
donde el mar cambia de nombre.
Es una dulce inconsciencia –muerte a medias– girando
en la médula espiral del azabache hueco
que te confunde con un pez de sal batiéndose en el fondo,
porque la luz se frena, impotente, en la boca.


¡Qué difícil comprender la voz que así te llama!
No quiebres el acento como si en un golpe de polvo
se embriagara…
Recuerda que la luna no es sino un ojo despierto.
Esa burbuja íntima; ese hondo eclipse;
esa mejilla caliente,
transcurre en otro punto donde tu presencia elástica
o reflejo ansioso de ahondar en un pecho,
escoge al mineral como su gran memoria.


Memoria…
Hombre a tierra:
secretos o sombras cuajadas o aristas de nieve masculina,
gotean por las minas y sus contornos de esponja,
como ríos arteriales;
tal vez buscando el centro.

Autor, José Luis Rico