Al final de la sombra
La
tristeza fue construyendo melancólicamente,
a orillas
del color que amo,
otras
memorias al otro pobre ritmo: entre despertar
y
ocaso.
Pero…
¡Ay,
dichoso rebaño tosco de mis venas
que
se alborota en soledad, pisando como largos labios
algo
sin nombre –una sombra– inagotable!
Porque
si acercáis las manos, otro cuerpo que sueñe,
notareis
sus endurecidas formas dando golpes de amor
contra
mi frente.
Y en
ese otro recuerdo, al final de la sombra,
reconozco
en un mar de días pequeños sin estrellas,
la
estirada blancura de los que como tú, o tú, o tú
que
no tuviste tiempo de mirarte al espejo,
comprendieron
al hombre y supieron perdonarle.
Aprenderé
a mirar de frente.
Esperadme.
Iremos tras el dolor de los cuerpos
que
en silencio, devoran el aire
como
poderosas muertes.
Todo
volverá otra vez: el tiempo, la luz, la vida
–¡Oh,
herencia de vuelo fecundante!–,
ya
no a su realidad: al secretísimo corazón del hombre…
¡Más!
a un corazón gemelo al de los pájaros.
Autor, José Luis Rico