Video YouTube
A la altura del labio
No
hay cárceles.
Hay
dedos suaves empujando sin miedo
–como
tiernos pescados que aspiran al aire–,
porque
esa muerte, no tiene
ningún
dolor de muerte;
ningún
destino sucio donde quedarse quietos.
Hay
siempre algo bárbaro a la altura del labio:
como
un cuerpo desnudo;
como
un beso de ciego;
como
una gaviota íntima que nos sigue rozando
para
despeinar silencios.
No
hay cárceles.
Hay
algo rotundo a la altura del labio.
¡Hay
sangre! Hay sangre
en
esa tibia extensión donde van mis venas
a
sentirse
como mares
boca abajo.
Autor, José Luis Rico