lunes, 27 de agosto de 2018

Hacia la muerte siempre, del libro "Cicatriz de vuelo"


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Hacia la muerte siempre    


Tu silencio,

cuando ya casi aciertas,

tiene el tamaño de una rosa de mármol

o de la sangre en medio de los puños;

donde la voz intenta ser Lázaro de nuevo,

pero se queda en simple caracola.


Sin ruidos;

memoria o tristísimo reclamo

se vierte en la frontera de los dedos,

esperando que el cuerpo reclina la cabeza,

como una golondrina

llorando impotente al borde de sus alas,

ausencias de ese mar donde la tibia sangre habita

su material sonoro.

(Suspiro como el bronce)

Ese finísimo eco

que desmenuza el ritmo de una caricia

o la carne

que reverbera cuando la luz alcanza el labio

con un acento de sílaba indefensa.


Tu vacío,

piedra indeterminada,

desconoce la órbita de ese minuto intenso,

de esa longevidad que otorgan las pestañas

al mirar de frente con pájaros de filo

y derribar un perfil azul sobre el miedo.


Miedo

o tú… o nada.

Porque no debieras ser más importante

que atarse los zapatos;

apurar un trago;

encender la luz

o abrir una carta.


Pero debo aceptar que me pesas como un fondo.

Me presto a tu secreto como el tigre

renuncia en los barrotes y se estría de rabia,

de sueños de metal fundido en los colmillos;

porque estamos condenados a condenarte siempre,

siempre, siempre.


Ese repetido siempre

de maldición por encima de los ojos

que a pesar de cualquier llanto, nunca

estará limpio;

porque incluso respirar es un borrón de tinta

hacia la muerte siempre,

siempre, siempre.

Autor, José Luis Rico