lunes, 27 de agosto de 2018

Cicatriz de vuelo, libro "Cicatriz de vuelo"


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Cicatriz de vuelo


Esa onda que nace
a las puertas de un gemido transparente,
donde los vuelos encendidos no quieren desvelarse;
como crespones negros o permanentes lunas doloridas.


Esa tremenda cicatriz
–tan grande como un ala–
donde recordar es toda una derrota
de cereal profundo caído y golpeado;
de genital o soplo ganado por la tierra,
mientras la piedra roja se nos curva como un tallo
enfermo.
Aquí,
el prófugo del surco
se siente atado al surco para siempre.
Aquí,
combatido por un ángel secreto, siente el degüello
de sus flores vencidas.
Y hay una herencia de grito
que por un instante, inevitable, se abraza con las plumas.


La tierra –o piel– quieta, lasciva,
con un cadáver inmutable entre los pechos,
invita o somete o calcula un horizonte
de leche anudada,
donde las sombras alargan los brazos
buscando a lo alto sus estambres.
La tierra y una cintura.
La tierra o ese ruidillo que frena los huesos.
La tierra con un profundo labio
donde desemboca la sangre rodeando al silencio.


Esta estatura del carbón;
esta angustiosa fidelidad del zapato
a su planeta;
este crujir de noche por los cinco sentidos
dando lenta temperatura al odio.
Todo lo que no puede comprender
esta realidad de firmamento boqui abajo:
un murmullo en vertical, una espiga flotante,
un ceremonial de párpados ingrávidos,
Dios, la luna, el vuelo,
el vuelo, el vuelo…


Y todo aquí
como un otoño a pique –seriamente temblando–
en el que un harapiento pétalo acabado,
una hoja o ese papel elegantemente inútil,
flotan como noble espíritu,
como el amanecer –¡oh, mar de soles!–
como el beso que -no gastado- siempre fresco,
puede buscar eternamente a su pareja.
Mientras nosotros –nuestra oscura cabeza–
como el escualo ofendido ante la sangre;
como el asta tenaz ante el capote muerto,
obstinamos la frente cuerpo a tierra
y prendemos a los ojos palomas de lastre.

Autor, José Luis Rico